miércoles, 4 de julio de 2012

La Magia de la Música



La Magia de la Música y del Corazón.
Qué cursi suena ahora, diez años después de haber conocido a Ariiama y a los Dragones Cisne. Más que a fantasía épica seria, suena a película de Disney.
Pero cuanto más crece Thèramon, más comprendo que ésa es la clase de Magia que mueve este mundo. Pues todo empezó con un instrumento musical, Lummenii-a-Llaut, el Arpa de Luz que Eshor le regaló a Ariiama cuando ambos eran dos addimantol que vivían y se amaban en Wad Ras, Miussaura, una de las Joyas Hermosas que se convirtieron en leyenda con el transcurrir de las Eras, y una de las pocas que aún existe, aunque nadie sabe dónde se encuentra escondida.
Bien, nosotros lo sabemos: no habéis leído el capítulo en el que la Dama de la Fuente le regala esa joya a Silenia, pero hace poco yo os lo he contado en un breve resumen.

Ariiama le habla a Silenia de la Magia de la Música y le dice que escuche siempre con los oídos del corazón, porque sólo de esa forma conocerá la Magia que poseen los Ilohiim, la misma que la condujo a los Prados de las Fuentes Cristalinas la primera vez, el día en que cumplió siete años.
Y durante mucho tiempo la pequeña princesa escucha, y aprende, aunque no acabe de entender lo que oye o lo que ve. Cree, que es lo que importa. Cree en las palabras de la Dama de la Fuente. Y promete visitar a los Dragones Plateados, aunque sabe lo difícil que le va a resultar cumplir su promesa.

Pero su voluntad es grande, así como su determinación.
Y por eso hoy la encontramos iniciando su aventura, convencida de que hallará lo que está buscando en el lugar más inverosímil: el Laberinto Subterráneo que discurre bajo las calles de Räel Polita.

¿Os animáis a acompañarla en su viaje?



© Bea Magaña. (Reservados todos los derechos)

SOMBRAS Y NOTAS (I)


"Aquello daba bastante miedo, ésa era la verdad, pero ninguno se atrevió a decirlo en voz alta; cada uno tenía sus propios motivos para no echarse atrás. Silenia no quería dar media vuelta mientras existiera una mínima posibilidad de hallar una salida, y Eugene no estaba dispuesto a admitir que no poseía el valor suficiente para acompañar y proteger a su hermana en cualquier momento y situación. De modo que continuaron avanzando cogidos de la mano, intentando mirar a todas partes al mismo tiempo, mientras la oscuridad se hacía más densa a su alrededor y el eco de sus pisadas se volvía siniestro y amenazador. Estaban juntos, y eso les hacía sentirse valientes.
Habían accedido al Laberinto Subterráneo por una puerta secreta que Cornell no les había mostrado nunca. La habían descubierto por casualidad dos años atrás, oculta detrás de un tapiz descolorido que colgaba de la pared de una de las habitaciones del segundo piso que nadie utilizaba y en la que se les permitía jugar siempre que quisieran. Cientos de peldaños y la más absoluta oscuridad terminaban en un pasadizo húmedo que conducía a una zona del Laberinto Subterráneo por la que su padre nunca les había llevado, y muchas veces habían bajado a explorarla, pensando que no acabarían llegando a ninguno de los otros castillos, y por lo tanto no serían descubiertos. En sus expediciones habían encontrado un camino que habían memorizado y que terminaba en una puerta de hierro oxidado más allá de la cual no se habían atrevido a seguir. La oscuridad, la humedad y la atmósfera viciada les hacía suponer que las mazmorras debían encontrarse al otro lado de la vieja puerta, y esa idea siempre les había frenado.
Esa mañana, burlando la vigilancia de sus preceptores, habían bajado por las vetustas y empinadas escaleras y se habían adentrado de nuevo por el pasadizo, provistos de velas y armados con un estilete de entrenamiento que Cornell le había regalado a Eugene por su último cumpleaños. Era ésta un arma de plata, como todas las cosas bellas de la ciudad, afilada y brillante, con una empuñadura sencilla y ligera, que no sería de gran utilidad a la hora de luchar contra fantasmas o contra criaturas de la oscuridad que reinaba en el Laberinto Subterráneo, pero ambos se sentían más seguros sabiendo que Eugene la llevaba y que tenía el valor suficiente para usarla en caso de peligro. Pues aunque era sólo un niño, tenía alma de guerrero, y habría muerto por defender a su hermana. Eso era suficiente para que Silenia olvidara su miedo.
Al principio habían iluminado su camino con una vela que la princesa portaba, pero pronto hubieron de encender otra, pues las sombras eran impenetrables más allá de la vieja puerta. A medida que avanzaban, el aire se notaba más enrarecido, haciendo comprender a los niños que no existían aberturas o respiraderos en ninguna parte. Las mazmorras debían estar vacías, nadie podía sobrevivir en un lugar sin ventilación. Silenia pensaba que las velas se mantenían encendidas porque ellos dos lo deseaban con todas sus fuerzas.
El Laberinto Subterráneo era obra de los hombres, piedra a piedra había sido construido bajo las calles de la ciudad, cada pared era igual a la anterior y el suelo estaba enlosado; ni una sola antorcha iluminaba los múltiples pasillos que llevaban a cualquier rincón de Räel Polita ni existían indicadores que guiaran a los exploradores. Solamente los reyes conocían los pasadizos a la perfección, pues los habían utilizado con frecuencia a lo largo de todo su reinado. Los dos hermanos se dejaban guiar por su intuición, y no sabían a dónde irían a parar. Después de traspasar la puerta oxidada que conducía a las mazmorras, empezaron a pensar que los hombres no se habían encargado de levantar mas galerías, que habían dejado que siguieran construyendo demonios u otras criaturas que no habían visto jamás la luz del sol. El suelo era allí de tierra, y las paredes antes lisas perdían en los calabozos su uniformidad. El olor era pesado, oscuro y muerto.
Y había algo más.
—¿Oyes eso? —preguntó Silenia, intrigada, deteniendo su avance y mirando a su hermano a la luz de las velas.
Eugene la miró, el ceño fruncido y el oído atento.
—¿El qué? —preguntó después, porque no había ningún sonido, sólo el leve eco de sus pisadas cuando caminaban.
Silenia sacudió la cabeza. ¿Eugene no lo oía? Era algo extraño y en cierto modo tranquilizador. Hacía un rato que sus oídos se habían acostumbrado a ese sonido, al que no había prestado atención hasta ese momento. Si Eugene no lo oía, podía ser que la niña se lo hubiera imaginado. Pero no lo creía. Lo que oía era algo parecido a música.
—El silencio —se decidió a decir—. Sólo se oye el silencio. Nadie ha estado aquí abajo desde hace muchos años.
—¿Estás asustada?
—No —dijo Silenia con decisión—. ¿Y tú?
—No —respondió Eugene.
Ambos lo estaban. Ambos lo negaban. Si estaban juntos, no temerían a la oscuridad. Seguirían adelante, como intrépidos aventureros.
Silenia podía oir el ruido apagado de sus pasos, su respiración, los latidos de su corazón. El silencio tenía peso. Pero existía cierta musicalidad en ese silencio, y la princesa se concentró en ella y siguió caminando en línea recta, escuchando las tristes notas que hablaban de dolor y de abandono, de remordimientos y de rabia, y también de esperanza. Eugene no podía oir la música de las mazmorras, pero Silenia escuchó y la siguió. La Magia de la Música era poderosa, se dejó llevar por esas notas, caminó, descendió, trastabilló, sintió el suelo cambiar bajo sus pies, hizo frente a su temor, buscó la puerta de salida.
No dudaba de que esa puerta existía."

5 comentarios:

  1. Mí niña,escucha la música y dejaté guiar.Sé que sabes que esa puerta existe y detrás estan tus sueños esperando ser cumplidos.Ama y cree.Yo confio en tí.TQ
    SARA

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  2. Como tu dices siempre Bea: ¡Ama y cree! Los acordes pueden guiarte, pero siempre es tu corazón el que encuentra la luz, ¡ya lo verás!!! Me encanta cómo escribes, así que no te detengas, ¡todo llega!!! ¡Mil besos!!!

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  3. Las musas vuelven poco a poco y con más magia que nunca. Estoy encantada de leerte otra vez, de ver que has vuelto.
    Me quedo sobre todo con el último párrafo... las últimas palabras: hizo frente a su temor, buscó la puerta de salida. :)
    La puerta, muchas veces, está en nuestro interior, cuesta abrirla y salir al mundo, pero es el único camino para recuperar el aire y la luz.
    Sigue así, y no pienses que las ausencias son por motivadas por ti, incluso en esas pausas estás dentro del corazón de los que te quieren. TQM.

    Millones de besos!!!!

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  4. Es una lástima no disponer de más tiempo para leerte más y con más calma. Admiro tu imaginación, ya te lo he dicho muchas veces y sigo reconociéndolo.

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  5. Muchas gracias por vuestras palabras, por vuestro apoyo y por seguir haciendo el viaje conmigo. Vosotros habéis conseguido que Thèramon siga con vida durante estos meses tan oscuros.
    Océanos de amor!!

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Viajeros de tierras lejanas, amigos de siempre, vuestra visita nos alegra y vuestra opinión nos ayuda, recordad que cada vez que dejáis huella de vuestro paso, Thèramon crece.

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